scribo estas palabras para recordar y homenajear a uno de los
grandes, a uno de los nuestros. Un compañero y amigo. Un clásico. El
amigo que llego a tener la chulería de que le llamaran con nombre de
siglas sin que nadie supiera de donde venían. El que cuando llegaba se
hacía notar, sonando alto y claro su himno por bandera:
“pi,pi,pi-pi,pi-pipipi”, jodiendo clases, conferencias, reuniones y
simposiums.
SMS, esto va por ti.
Quienes sean de la época chavodelochera, con bocadillo de Nocilla en mano, recordarán como era eso de escribirse por mensajes SMS. Por un lado, el SMS era pasión, era comunicar lo importante, era ilusión, era el mensaje en una botella en digital… Y cuando estaba todo bien, cuando éramos tan felices, hace unos 5 años, nacen los dispositivos de vicio de mensajería instantánea, de chat infinito. Unos descarados ladrones de tiempo, hermanos mestizos de la ineficiencia por definición. Y los pulgares ya se empiezan a resentir.
Y ahora me pregunto yo: ¿Dónde habrán quedado esos valores del Short Message Service?
¿Y LA ILUSIÓN? Yo no sé si será real o por el contrario sea causa de la añoranza de ese paraíso terrenal de los 15, y la ilusión que estos encarnaban; pero antes cuando enviabas un mensaje, estabas esperando que te respondieran, en un estado casi miocardico. Tenías esa ilusión de timbre de recreo, de despertador de 6 de enero a las 7 de la mañana, de ver ese sobrecito en tu bandeja de entrada, de ver si sonaba ese himno en tu 3310, mientras estabas jugando a la serpiente, que ya casi no cabía en la pantalla, y que solo la posibilidad de fallar y perder la partida, dejaba a ese estado miocardico sin el casi.
¿Y LA PRIMERA VEZ? Antes, el primer mensaje que mandabas a alguien era algo sagrado. Algo que lo escribías, lo volvías a escribir, lo leías, lo volvías a leer, lo revisabas, y lo requetevisabas antes de mandarlo. Comenzando el mensaje en muchas ocasiones con muchas preguntas juntas incluso retoricas, como “hola?, que tal?, como estas?…” (Llamando a la acción del receptor o TORA), Y utilizando estrategias de cierre, en ocasiones expresiones cariñosas como, “1BS”, “BSSS”, “MUAKSS”, o alguna otra onomatopeya que se hacía sentir físicamente incluso en la mejilla de la otra persona. Otra estrategia -también de cierre- era la de los puntos suspensivos, que querían decir mucho más que lo que la RAE o Wikipedia dicen de estos. Y esto era una cosa sabida, tanto por el emisor como por la recepTora del mensaje. ¿Y ahora?
¿Donde está todo esto?? ¿Que ha sido de esto?, y lo que es más importante, ¿Que será de nosotros?
BONITO Y PURO DESCONCIERTO. Siempre he dicho que me gusta más una chica que esconda sus encantos entre ropas, que otra que careciendo de trapos, me enseñe ya lo encantadora que es. (Y es exactamente por este motivo, por lo que no me gusta salir las noches de Halloween).
Ya no hay tiempo de duda. De preguntarse uno ‘¿lo habrá leído?’, ‘¿no lo habrá leído?’. Ese tiempo, entre el envió y recepción del mensaje no existe, se hace inexistente, nulo. Este se ausenta cuando al enviar uno de estos micromensajes, ya sabes si la persona en cuestión ha sido tan hija de puta, que te ha leído, no le ha gustado lo que le has puesto, y lo ha cerrado sin más, sin tener ningún reparo. Queriéndote decir claramente con sus actos, de forma simbólica (pero real): “vete al cuerno Antonio, no te quiero contestar”. Mientras que con el tradicional SMS, te permitían el beneficio de la duda. Tu duda de saber si Tora lo había leído o no, al más bonito y puro desconcierto.
Sin saber si cogiste el numero correctamente, sin saber si la otra persona tendrá saldo, sin saber si esa botella arrojada al mar desde un acantilado tendrá respuesta o no, y sobre todo, dejando la confirmación del acuse de recibo, no en manos de los dos sticks de ok, sino en manos de ese refrán que apela a esos ojos que no ven…
SMS, esto va por ti.
Quienes sean de la época chavodelochera, con bocadillo de Nocilla en mano, recordarán como era eso de escribirse por mensajes SMS. Por un lado, el SMS era pasión, era comunicar lo importante, era ilusión, era el mensaje en una botella en digital… Y cuando estaba todo bien, cuando éramos tan felices, hace unos 5 años, nacen los dispositivos de vicio de mensajería instantánea, de chat infinito. Unos descarados ladrones de tiempo, hermanos mestizos de la ineficiencia por definición. Y los pulgares ya se empiezan a resentir.
Y ahora me pregunto yo: ¿Dónde habrán quedado esos valores del Short Message Service?
¿Y LA ILUSIÓN? Yo no sé si será real o por el contrario sea causa de la añoranza de ese paraíso terrenal de los 15, y la ilusión que estos encarnaban; pero antes cuando enviabas un mensaje, estabas esperando que te respondieran, en un estado casi miocardico. Tenías esa ilusión de timbre de recreo, de despertador de 6 de enero a las 7 de la mañana, de ver ese sobrecito en tu bandeja de entrada, de ver si sonaba ese himno en tu 3310, mientras estabas jugando a la serpiente, que ya casi no cabía en la pantalla, y que solo la posibilidad de fallar y perder la partida, dejaba a ese estado miocardico sin el casi.
¿Y LA PRIMERA VEZ? Antes, el primer mensaje que mandabas a alguien era algo sagrado. Algo que lo escribías, lo volvías a escribir, lo leías, lo volvías a leer, lo revisabas, y lo requetevisabas antes de mandarlo. Comenzando el mensaje en muchas ocasiones con muchas preguntas juntas incluso retoricas, como “hola?, que tal?, como estas?…” (Llamando a la acción del receptor o TORA), Y utilizando estrategias de cierre, en ocasiones expresiones cariñosas como, “1BS”, “BSSS”, “MUAKSS”, o alguna otra onomatopeya que se hacía sentir físicamente incluso en la mejilla de la otra persona. Otra estrategia -también de cierre- era la de los puntos suspensivos, que querían decir mucho más que lo que la RAE o Wikipedia dicen de estos. Y esto era una cosa sabida, tanto por el emisor como por la recepTora del mensaje. ¿Y ahora?
¿Donde está todo esto?? ¿Que ha sido de esto?, y lo que es más importante, ¿Que será de nosotros?
BONITO Y PURO DESCONCIERTO. Siempre he dicho que me gusta más una chica que esconda sus encantos entre ropas, que otra que careciendo de trapos, me enseñe ya lo encantadora que es. (Y es exactamente por este motivo, por lo que no me gusta salir las noches de Halloween).
Ya no hay tiempo de duda. De preguntarse uno ‘¿lo habrá leído?’, ‘¿no lo habrá leído?’. Ese tiempo, entre el envió y recepción del mensaje no existe, se hace inexistente, nulo. Este se ausenta cuando al enviar uno de estos micromensajes, ya sabes si la persona en cuestión ha sido tan hija de puta, que te ha leído, no le ha gustado lo que le has puesto, y lo ha cerrado sin más, sin tener ningún reparo. Queriéndote decir claramente con sus actos, de forma simbólica (pero real): “vete al cuerno Antonio, no te quiero contestar”. Mientras que con el tradicional SMS, te permitían el beneficio de la duda. Tu duda de saber si Tora lo había leído o no, al más bonito y puro desconcierto.
Sin saber si cogiste el numero correctamente, sin saber si la otra persona tendrá saldo, sin saber si esa botella arrojada al mar desde un acantilado tendrá respuesta o no, y sobre todo, dejando la confirmación del acuse de recibo, no en manos de los dos sticks de ok, sino en manos de ese refrán que apela a esos ojos que no ven…
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